martes, 25 de diciembre de 2018

EL CHELO



Un chico con gabardina negra y guantes negros se encontraba en Opera , contemplando de lejos el Palacio Real. En medio del camino había un tiovivo en pleno movimiento, con niños montados gritando y sonriendo. También había un mago sacando a público de su alrededor para que le ayudasen en sus trucos de magia. Todos parecían felices.
Pero había un elemento que faltaba allí. Se trataba de un chico que solía frecuentar ese lugar, un chico que vestía de negro y tocaba el chelo .Incluso había compuesto álbumes con material propio. Su estilo musical se encuadraba entre lo melancólico y lo épico, pero siempre con esas pinceladas de elegante oscuridad con las que firmaba sus canciones, algo que a nuestro protagonista le encantaba. Lusejo, nuestro chico de la gabardina, le había visto muchas veces cuando paseaba por allí, pero la última vez que le vio, su música fue el trasfondo de un momento que jamás olvidará en su vida. Hacía mucho frio aquel día, no como cierto día en el verano.
Verano es la temporada del calor, del optimismo, de las promesas y de la ilusión. A diferencia del otoño, que cumplía muy bien su función de destruir las vagas promesas, y que solo queden unas pocas afortunadas de cara al frio invierno. Lusejo lo sabía, pero tenía el defecto de no recordarlo cuando la ocasión lo requería. En aquel entonces Lusejo estaba muy contento. Había conocido una chica maravillosa, pero a la vez práctica. Con aspiraciones claras, pero a la vez divertida. Y lo más importante: con la que se podía hablar de todo, sin que le asustase nada. Y lo más importante: le seguía sus gracias, normalmente difíciles de pillar.
Se conocían de hace tiempo, pero un día marcó el inicio de algo más profundo, que haría que descubrieran facetas desconocidas de ambos.
Sucedió en una playa de Barcelona. De por sí a Lusejo le hechizaba la belleza oculta de esa ciudad española. El barrio gótico , la plaza de Felipe Neri entre otras .Este último , fue el escenario elegido para rodar el videoclip de “My Inmortal” de Evanescence .Fueron lugares de los que no le harían falta fotografías ,ya que su memoria le bastaba para evocarse a esos lugares tan peculiares , envueltas por el eco de las los acontecimientos históricos.
Pero es pecado no pisar una playa en verano. Por lo que habló con su amiga Calera, y ella se tomó la molestia de pedirse unos días libres para llevarle a la playa. Hablaron mucho y Lusejo estaba convencido de que la estaba tratando bien, como una chica inteligente y fuerte se espera que la traten.
Sera la razón por la que eso tardó tanto en besarla. Era algo muy propio de Lusejo, que a las chicas que realmente no quería perder, le costaba dar ese paso tan decisivo .Aunque no se supo cómo y porque ,surgió .Y Calera pareció sentir ese momento tanto como él, porque al igual que Lusejo , ella no quería parar . Pero se hizo muy tarde, y Lusejo corría el riesgo de perder el tren para el lugar donde se alojaba .Así que tuvieron que abandonar ese lugar cuando el sol mostraba sus brillante despedida ,dando el relevo a la Luna . Una dualidad muy llamativa para Lusejo.
A Lusejo le encantaban la iluminación de los pueblos costeros a esa hora de la noche, y cuando tenían que parar por los semáforos, Lusejo no dudaba en robarle otro beso. Calera le prometió ir a Madrid.
Y aquí llega el momento donde hablaremos del momento donde la magia y realidad se fusionaron en la mente de Lusejo.
Justamente un mes después, Calera cumplió su promesa. Fue a Madrid y se alojaron en un piso juntos. Se propuso no descansar ni una sola hora de ese fin de semana para enseñar a Calera la gran ciudad.
El primer día recorrieron muchos lugares emblemáticos de la capital , a pesar de que alguna que otra gitana les echo una maldición por no darle 50 euros .Recorrieron lugares como la Plaza Mayor , la Gran Vía en obras , Plaza España , Templo de Debod, y un gran trozo de Madrid Rio. No paraban de hablar, y eso es algo que no le ocurría con cualquier mujer que se había cruzado en su vida. Desafortunadamente Calera estaba pasando por un mal momento personal. Si algo le trastornaría a Lusejo en el futuro es que hubiera pasado si hubiesen reservado el apartamento dos semanas antes o dos semanas después, para que pudiera estar junto a su familia. No se le notaba en ningún momento a Calera , pero se podía deducir su malestar interior. Lusejo intento por todos los medios calmarla. Pero ninguna persona es dueña del destino.
Llego la noche. Y querían diversión.
Lusejo tuvo la idea de llevarla a un restaurante indio donde se cenaba muy bien. Y de paso le enseñaría los Jardines y el Palacio Real de Madrid. Allí llegaron, con sus mejores galas. Calera se tomó su tiempo para hacer fotos de esos regalos para la vista.
Un sonido les interrumpió su conversación o lo que fuera que estuviesen haciendo. Algo en su interior les hizo buscar el epicentro de esa maravillosa sucesión de blancas y negras. Cuando llegaron a la zona cero vieron a un chico con un chelo, tocando la banda sonora de esa película tan famosa de Michael Man. El suelo retuvo a sus pies, y sus oídos cobraron vida propia, no dejándoles parar de oír. Ambos tenían la mano cogida, compartiendo esa experiencia que jamas olvidará Lusejo. Cuando sonó la parte más poderosa de la canción, sintió que una orquesta entera le rodeaba, ocupándose de llenar cada detalle de esa gran canción.
Cuando acabó de tocar la canción, aplaudieron muy fuertemente .Ese era un artista de verdad. Lusejo le dejo una cuantiosa cantidad de dinero en la maleta donde transportaba su chelo, consciente de que eso no valía ni por asomo la de gente que habra hechizado con esa música.
Fueron a cenar al restaurante indio. Allí Lusejo le aclaró algunos rumores que se dieron en años anteriores cuando coincidieron en algún Congreso, alguna que otro se la confirmo, aunque para Lusejo no tuvo relevancia alguna. Después de cenar quería enseñarla un lugar donde tocaban jazz, pero llegaron tarde al concierto. Estuvieron un par de horas allí, y después se volvieron al apartamento. Lo que ocurrió en el resto se queda dentro de esas puertas.
El día siguiente hicieron su último paseo por El Retiro. Lusejo se sorprendía a si mismo porque nunca se había mostrado así de trasparente con una chica. Y que ella le devolviese con una dosis proporcional de sinceridad.
Compraron comida ligera y se la tomaron en el apartamento. Calera tenía que coger su avión de vuelta pronto. Así qué prepararon sus maletas y se fueron al Aeropuerto. Fue un momento triste para Lusejo aunque tratase de ocultarlo. En todo momento miraba a Calera, para ver algún atisbo de sentimiento mutuo. Pero veía que tenía la cabeza en otro lado .¿En que estaría pensando? Se dijo a si mismo Lusejo . ¿En los problemas que se daban en esos momentos en su casa? ¿Había otro chico? ¿No le gustó esos días? ¿Hice algo malo? Lusejo jamás lo sabrá. Pero era un chico adulto, y ya tenía experiencia previa en lidiar con ese sentimiento. Así que lo acepto aunque le costase. En el aeropuerto la dio un gran beso, después un abrazo como a ella le gustaban. Y las últimas palabras que le dijo, se las susurro en el oído fueron “Siempre nos quedará Madrid” en referencia a ese clásico cinematográfico del 42.
Se propuso no molestarla más de la cuenta. Así que el día siguiente se limitó a preguntarla si había llegado bien.
Lusejo era un amante de la libertad. Elegir es el mayor privilegio que tenemos las personas. Siempre ha tenido eso en la mente, y en todo momento le ha querido dejar claro a Calera que ella eligiese lo que más le hacía sentirse cómoda.
No tenía derecho alguno en interferir en su libre arbitrio. El jamás permitiría que dinamitaran su libertad de elección, por ello creía correcto no hacérselo a los demás.

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