Aun me acuerdo de esa clase allá en Octubre del 2009 cuando Isabel
del Barrio, la profesora de Introducción a la empresa, nos habló de la
diferencia sobre la percepción de la puntualidad entre España e Inglaterra: ‘’Mientras
que en España si una reunión, evento o cita está programada a las 12:00, da
igual si llegar 15 o 20 minutos tarde, en Inglaterra si se dice a las doce en punto,
es a las doce en punto’’.
Nadie de las 119 personas de la sala pareció importarle
mucho esa frase, pero a mí me recordó algo que desde mi más temprana juventud
he tomado como una cualidad imprescindible para quien desee llegar a algo en la
vida: la puntualidad. Esa palabra tan bonita que solo cabe en la mente de una selecta minoría de individuos. Esas cuatro
silabas que podrían decir más de 40 cosas sobre una persona.
Más de uno a lo largo
de mi vida ha podido decir que es una manía mía, una paranoia sin sentido, y
que pierdo el tiempo al luchar por algo que aquí en España podría rozar la
excentricidad. ‘’Que más da, siempre habrá alguien que llegue más tarde, no
vayas a ser tú el pringado que le toque esperar’’, ‘’tómatelo con calma’’ y
frases así he oído .Pero los que aprecian esa palabra saben que la puntualidad
es la punta del iceberg de una mente que tiene claro las cosas, que sabe que
para estar en una hora exacta en un lugar conlleva tener una planificación previa.
Al igual que una alimentación sana acompañado de ejercicios diarios es señal inequívoca
de vitalidad, la puntualidad es signo de un de las mayores virtudes que el ser
humano puede tener: orden.
La puntualidad es
muestra de organización, el perfeccionamiento llevado a la práctica, la precisión
matemática llevada al día a día, la señal de que tus ideas y planes le pones
una cifra y de la que no te vas a desviar sin motivos justificables. Conlleva a
saber decir que no a planes que se interponen a los realmente importantes, ya
que solo te aportaran hablar de cotilleos nuevos que en realidad ya sabes porque lo lees en el Facebook cuando
se actualiza el panel de las entradas nuevas. Conlleva exactamente a saber cuánto
tardaras en hacer las cosas no divertidas, pero si necesarias para estar en ese
el lugar que quieres estar; con tus amigos, con tu pareja, o en la entrevista
para el trabajo de tus sueños. Ducharte, afeitarte, mirar el horario de trenes
son solo ejemplos de las tareas de las que hablo, que mientras que una persona
puntual ya tiene claro que tiene que hacer y lo llevan a cabo de forma automatizada,
los demás se lo toman con cierto caos y desorden.
Si, hablo de esas personas sin sentido alguno de la responsabilidad,
completamente indecisas, inseguras y que
el respeto a los demás es una cosa que
se lo toman a broma. Incluso he oído casos de personas de ser impuntuales a
posta para captar la atención de los demás, y según mi opinión, llevar ese
agujero de inseguridad que tienen en su estómago. Pero a día de hoy, en una
sociedad que cada vez se necesita hacer uso de las herramientas de la planificación
dado a los agotadores horarios de trabajo o de estudio ¿creen que tendrán alguna
posibilidad de seguir así por la vida? Desgraciadamente en España y en muchas
culturas ‘’calientes’’ no parece ser algo que se tenga demasiado en cuenta,
pero llegara un punto en que les acabara el chollo a estos ‘’listillos’’
Ama la puntualidad. Deja que forme parte de tu vida, deja
que te ayude a medir con una regla tus planes del día a día, y pronto acabaras poniéndole
un número exacto al tiempo que necesitaras para cumplir tus sueños.
Y si no, se cómodo. Di que sí a todo pero no lleves nada a
cabo porque tu siesta se ha alargado más de lo debido, sin importarte que te
tomen por una malquerida, dilatando así tu falta de credibilidad. Y si por
casualidad te despiertas pronto, con cara de zombi, porque te han llamado
diciendo que te están esperando en la Puerta de Cristal en Sol, levántate a
toda leche-Llega media hora tarde al lugar de la quedada, y pon cara de
corderito para que siempre te perdonen tu falta de respeto. Es lo fácil, y lo
sabes.
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